De acuerdo con Cristel Yunuen Pozas, procuradora de Protección de niñas, niños y adolescentes en el Estado de México, entre 2020 y lo que va de 2021 subió de seis a 25 menores víctimas de violencia que cada mes son referidos a un centro de asistencia a cargo del DIF estatal, ayuntamientos o asociaciones civiles.

La funcionaria dijo que durante la pandemia creció 25% la violencia contra los niños y gracias al retorno a las escuelas aumentó la denuncia por parte de las víctimas.

Añadió que las denuncias que hacen con los maestros, tutores u otras figuras de confianza se debe a que encuentran la escuela como un espacio seguro.

“No todos los niños han regresado a las aulas y muchos de los que son agredidos no han podido decirlo públicamente”, expuso.

Pozas Serrano detalló que la violencia sexual creció hasta 12% durante la pandemia. Entre marzo de 2020 a la fecha son casos que ocurren sobre todo en preadolescentes de 12 a 17 años, pero es difícil que lo digan pues “muchas veces el papá o la mamá no les creen cuando el agresor se trata de un familiar”.

Del total de casos de violencia en cualquiera de sus tipos hay una incidencia “muy alta” en niños de siete a 11 años y adolescentes mujeres de 14 en adelante.

Tanto la violencia física como la sicológica aumentaron por encima de 10%.

La procuradora confirmó que con el regreso a clases presenciales se ha multiplicado el número de denuncias por parte de menores sobre las condiciones que viven en sus hogares, mismas que solamente en agosto de 2020 sumaban 2 mil 500, la mayoría gracias a que los vecinos pidieron la intervención del DIF estatal. Y aún se contabiliza lo de 2021.

Al recibir una llamada de auxilio, acude un grupo de las procuradurías del DIF y las municipales para verificar las condiciones del menor, descartan grado de omisión o de negación por parte de los padres y determinan si pueden ayudar a la familia con sus estilos de crianza o inician una carpeta de investigación y separan al niño para protegerlo.

Refirió que la violencia tiene de fondo problemas estructurales como la pobreza, el desempleo y las crisis emocionales, pero en la pandemia lo que ocurrió con los niños es que vivían un patrón de agresiones que se agudizó durante el confinamiento.

De acuerdo con el DIF estatal, gracias a las nuevas tecnologías mediante las cuales se puede denunciar con el uso de aplicaciones móviles, páginas web y los juzgados en línea del Poder Judicial del Estado de México, se han incrementado las denuncias por parte de los menores.

Los especialistas en sicología que atienden a los infantes cuando ingresan en los centros de atención refieren que en su mayoría se tardan entre tres y seis meses para restablecer alguna relación con otras personas.

La mayoría presenta cambios de comportamiento muy extremo, de ser un niño muy tranquilo a ser hiperactivo y viceversa, además resistencia para ir al baño (encopresis), falta de control de los esfínteres (enuresis), lesiones físicas, desnutrición, timidez y mutismo selectivo, así como estrés postraumático, trastorno de atención por hiperactividad, hipersexualidad y agresividad.

Los menores que ingresan a uno de estos centros reciben atención nutricional, sicológica, médica, e incluso siquiátrica.

Para determinar si los niños pueden regresar a sus hogares, los especialistas valoran las redes familiares, las habilidades de cuidado, se sugieren terapias sicológicas y, si todas son favorables, se reintegran a su casa.

En el caso de Emmanuel, le pidió a su abuelita que se lo llevara a vivir con ella pues temía que su madre se suicidara.

De acuerdo con familiares de Yolanda, como se llamará a la madre del menor, desde hace varios años compartía su vida con una pareja 15 años menor que ella que la violentaba física, económica y sicológicamente: “Él le fomentaba adicciones”, agregó Jimena, su hermana.

Narró que desde que inició el confinamiento, Yolanda se mantuvo encerrada con su pareja y su hijo. Ella era la única que trabajaba, se dedica a la elaboración de figuras con pasta dura, lo que no sabían, contó, es que el novio manejaba su teléfono celular y manipulaba las transferencias electrónicas de los clientes.

Las condiciones agudizaron hasta el punto en que Yolanda fue llevada con engaños a un centro de rehabilitación de adicciones y un albergue para mujeres violentadas, luego de que su hijo acudió con su abuelita y otros familiares para pedirles ayuda.